La culpa: La veo, la siento…

La siento en mí… veo como me domina, como me maneja… cómo se extiende por mi cuerpo como una sombra negra en mi corazón…

Te atrapa y se extiende por dentro… A veces me asfixia, otras siento ansiedad o aceleración, por no poder hacer las cosas de otra manera o porque “tendría que hacerlas” de cual otra…

Produce sensaciones de presión que no te dejan tener el cuerpo tranquilo, relajado, de manera natural como tendría que ser…

Casi todos vivimos ahí. Con esta presión y en la mayoría de los casos, Represión.

 

EL QUÉ DIRÁN. LA FALSA MORALIDAD.

El “qué dirán”… ¿Lo que hago es correcto? ¿Voy a ser querido/a si hago esto de esta manera? ¿Me van a juzgar y criticar? La moralidad o falsa moralidad.

Y ¿Por qué hablo de falsa moralidad? Porque cada uno tiene SU VERDAD, las cosas son de una determinada manera conforme a la percepción que tienes de la realidad. Y además, está muy condicionada por lo que aprendí de pequeño/a para pertenecer al clan, a mi clan, a la familia. Lo que aprendí para ser querido/a y aceptado/a.

Somos creadores de realidad y aún no nos hemos dado cuenta. Lo que yo creo de mí mismo/a, lo que creo de la Vida, eso es lo que se va a manifestar delante de mis ojos. Es como si tuviera un cámara en mi cabeza, ahí dentro se produce toda la película. Y fuera, en los demás, está la proyección de la pantalla, los ojos son mi ventanita de luz, por la que se proyecta todo.

Si estoy cabreada con la vida, me voy a encontrar gente cabreada. Si pienso que todo me sale mal, así será. Si me considero que no valgo nada, encontraré a gente que me critique, que me juzgue. Si estoy agradecido/a con cada cosa que me sucede, la vida me traerá más regalos cada vez para seguir estando cada vez más agradecido/a.

NUESTRA VERDAD

Por ello, solo existe en nosotros, nuestra propia verdad, sólo nuestra Verdad, nuestra realidad, nuestra película, nuestras creencias, lo que creemos que está bien y lo que no… y siempre tratamos de imponérsela a los demás.

Es completamente imposible estar en la cabeza y/o en el sentir de los demás, en su proceso… Bastante tenemos ya con el nuestro propio… y andamos “aconsejando” sobre los demás, lo que nosotros creemos.

¿Quiénes somos nosotros para imponer nuestra visión? ¿Para decirle a una persona si me gustan o no me gustan sus pantalones? ¿Si le quedan bien o no? Nadie, no soy nadie, pero ese estar pendiente hacia afuera de los demás, es lo que hace que esté en esa falsa moralidad del qué dirán sobre mí. Y eso es lo que te lleva a la CULPA…

Todo lo que me produce otra persona, está en mí, y ella simplemente, me lo refleja, para que yo pueda verlo. Si acuso a esa persona de lo que me mueve dentro a mí, ya estoy generando culpa. Cuando lo más lógico sería preguntarme por qué me produce lo que me produce. Qué sentimiento hay en mí que me lleve a ese dolor, rabia, coraje… o lo que quiera que sea que me produce.

Si miro hacia el otro estoy “echando la culpa fuera”. Ahí yo soy quien está generando culpa. Y la culpa, crece cada vez que la generamos, porque nos la devuelven de una forma u otra. Si no esa persona, la propia vida, la propia vida nos la devuelve

LA CULPA TE ATRAPA

La culpa te atrapa, absolutamente, te atrapa. Te condiciona la vida y no te permite ser libre porque todo lo que hagas estará condicionado por lo que los demás vayan a decir, sentir o pensar. Porque como necesito ser querido, si lo que sea que haga, “no lo hago bien” tal y como la otra persona lo quiere, entonces no voy a ser querido. Así todo lo que haga, no será desde mi verdadero ser, sino lo que creo que estará bien para el otro. Ya sea para ser querido o “tratando” de no hacer daño.

Estar atento a todo lo que haces por si lo haces bien y los demás estarán contentos no te deja vivir y mucho menos Ser. Y por supuesto, te impide, sentirte bien contigo mismo/a.

En el reclamo de todos y sobre todo de la familia, está ese “tono Oculto”, ese que te dice: Quédate a cuidar a tu padre en el hospital pero que no pase lo de la última vez… Es decir: lo que hiciste, no lo hiciste bien, aunque pusiste toda tu voluntad, no está bien hecho.

NO NOS SIRVE

No nos sirves… y detrás de ese “no nos sirve”, está un “no eres válida conforme a nuestros patrones, a nuestra forma de hacer las cosas, a nuestra forma de ver la vida, por lo tanto, te hace tener una sensación de “puedes ser excluido del clan”.

Para sobrevivir cuando somos bebés, necesitamos al clan, de ahí el miedo profundo a estar atento a lo que hago y lo que no por si se adapta bien a lo que desean de mí, a sus exigencias.

Porque en realidad, aunque tenga 40 años no me desprendí de ese sentimiento oculto y profundo, subconsciente, del bebé que fui.

Y es bien duro y difícil sobrevivir así, porque no hay libertad. Nunca llegarás a ser tú mismo, tú misma. Porque vas a hacer las cosas desde el miedo o el temor a ser criticado/a… Es hora de soltar la supervivencia de aquel bebé que fuiste y darte cuenta que sí puedes sobrevivir sin ellos. Desde otro tipo de relación.

LA COMPLACENCIA

La complacencia es, simplemente, hacer las cosas, no porque las siento, aunque aparentemente crea que las siento, sino por agradar a los demás.

Habrá un pensamiento por delante de mi sentir verdadero y profundo de si lo que estoy haciendo, le va a gustar a otra u otras personas. Y esto, siento deciros, que a menos que esté muy atenta a mis verdaderos sentimientos, a veces, es muy difícil de detectar.

Lo peor de todo esto es que si “no haces las cosas por los demás” es muy probable que escuches: “que egoísta eres”. Y este pensamiento, también genera culpa porque quiero “ser buena persona”. La complacencia y el “buenísmo” están intrínsecamente unidos.

Así llevo toda mi vida criticándome a mí misma. Criticándome por lo que hago, como lo hago. Que si soy demasiado limpia y detallista, hasta remilgada. Que soy sucia según la visión de mi madre, que si soy demasiado ordenada para otros, que si tengo las cosas desordenadas… Así según cada cual.

Y eso te lleva a la complacencia, a la complacencia de los demás continua y constantemente, además de volverte loco/a y no saber muy bien, incluso, que debo sentir. No que siento, sino que debo sentir. Esta es la gran diferencia de ser Yo tal y como Soy a complacer.

Y te lleva a ese “no quiero molestar”. A ese cederle tu propio espacio a los demás no se vayan a molestar. A ni siquiera ser capaz de decir o pedir lo que te gusta…

Hasta que llega alguien a tu casa y te dice justo porque tiene ese mismo patrón pero más acentuado: “es que me muevo con miedo en tu casa, porque todo está hecho a tu medida”…

Coño! Claro que si! Claro que está todo hecho a mi medida, es mi casa, y he ido haciendo a lo largo de años lo que mejor me parecía con mis propias críticas contra mí para sentirme a gusto.

Que cuando llevas más de 15 años que apenas tu familia pisó tu casa porque te da vergüenza, porque no se ajusta a la estética de lo normal de tu familia, cuando te dices a ti misma que tienes muchas cosas, que esto no está bien así para las visitas que vienen, que la dirección es difícil porque te mudaste a la estratosfera para estar lejos de tu familia en aquel entonces…

Y entonces te das cuenta y te dices basta!… que todo está perfecto aunque los muebles no encajen y sean una locura… pero hay ambiente de hogar, es hermoso, todo el mundo se siente a gusto aquí porque es mi propia energía la que lo provoca y yo creo hogar… Entonces es cuando lo dejas caer, cuando dejas caer todos esos patrones estúpidos que te van ajustando tu vida a un cubículo sin espacio ni oxígeno con el que poder respirar libremente.

LA MANIPULACIÓN DE LA FAMILIA

La mayor tiranía y atrapamiento que hay para generar culpa, es la familia. El seno en el que nacemos. Y ya sólo por el hecho de considerar que los hijos que tenemos son nuestros, los estamos atrapando. El simple hecho de que nuestros padres proyectaran sobre nosotros sus deseos, proyectos y/o sueños incumplidos, nos atrapa moldeándonos a su forma, a lo que se espera de nosotros.

Porque esa es la forma en la que vamos a ser queridos. Y no solo eso, los padres nos proyectan sus miedos, y nosotros los vamos proyectando hacia afuera y hacia los nosotros mismos y nuestros miedos. Ese miedo genera la manera de actuar de ese “qué dirán”, porque no nos sentimos libres. Y no nos sentimos libres, porque a través del miedo, no nos sentimos libres y merecedores en sí del Amor y de la Vida.

Si nos sintiéramos merecedores de lo mejor de la Vida y del amor que está disponible para nosotros, si aprendemos y sabemos y nos dejamos recibirlo, no vamos a actuar desde ese pensamiento hacia afuera. No vamos a necesitar porque simplemente, el permitirme recibir el amor y todo lo que me merezco, me hace vivir en plenitud, sin miedo y sin control, porque el control es otro de los grandes generadores de la culpa.

EL CONTROL

El control viene del miedo. Del no saber que hacer, dónde ir, quien soy, o si tengo derecho a ser amado. Miedo al fracaso, miedo a no ser nada, miedo a no aprobar un examen, miedo a que me elijan o no para un trabajo, miedo a la soledad…

Y no sólo eso. Controlamos a los demás, lo que hacen, y sobre todo “como lo hacen” porque queremos que sea a nuestra manera, entonces no dejamos ser a la persona tal y como es, o tal vez, hemos vivido nosotros mismos estos. Pero lo peor, cuando controlamos, es que no nos damos cuenta, pero la otra persona siente un estrechamiento de su ser, de su sentir, y se siente, sin saber por qué, atada, no libre. Porque, evidentemente, no se le está dejando ser, no se le está dejando experimentar con cualquier cosa que le toque experimentar o vivir.

CONFIANZA Y VACÍO

Todos estos miedos me generan actuar desde el control. Porque no soy capaz de quedarme en vacío a ver a dónde la vida me lleva y desde el presente. Ese vacío, esa incertidumbre, crea miedo también.

Pero justo cuando traspaso el miedo, aparece la confianza, una confianza muy grande y profunda, tal vez más de lo que haya sentido nunca, porque esta confianza, es hacia la Vida. Esta confianza que es como la de un bebé que está en la barriga de su madre siendo nutrido y con absolutamente todo lo que necesita. Cuando nos desconectamos de nosotros mismos, nos desconectamos de este merecer, de esta simpleza en la que no hay pensamiento, simplemente se es.

El vacío es justamente lo que produce que se pueda generar la confianza en nosotros, produce incertidumbre, pero si las traspasamos, nos damos cuenta que se trata del vacío creador, y justo ahí es cuando se producen todas las posibilidades, y si doy un salto al vacío… La Confianza me inhunda.

Y os podéis decir: Si, pero hay que trabajar, ganar dinero para comer… ¿Cómo abandono eso para sentirme en confianza?

No, no hay que abandonarlo. Esta confianza es un estado interno que permite que la vida te traspase y te hace salir de las manipulaciones diarias de todos los seres cercanos que te llevan a esa culpa…

LA LIBERACIÓN

Cuando llegas a darte cuenta de este tipo de pequeños detalles, de intenciones ocultas detrás de las palabras, que en la mayoría de los casos, ni siquiera la otra persona lo sabe… Cuando te das cuenta, quieres LIBERARTE…. Sea como sea…

Justo cuando te das cuenta de eso con tu propia familia y decides “dejarlos CON LO SUYO”, comienzan a cambiar las relaciones hacia afuera, con los demás. Entonces ya no te dejas manipular fácilmente, porque empieza a darte igual aquello que piensen.

Así es como estás dejando de criticarte, y cuando dejas de criticarte, lo que te digan los demás, empieza a dejar de importar, y cuando empieza a dejar de importar, comienzas a encontrarte a ti mismo, a ti misma y a liberarte de esa culpa que es como una lacra interna, un cáncer que te carcome a cada paso que das.

LAS DOS CULPAS

Para esa liberación hay que reconocer los dos tipos de culpas que existen.

Una por haber hecho un daño real. Así, la única manera de liberarse de él es asumir mi responsabilidad y elegir reparar, con lo que toque que sea, pero fuera de esa culpa. Asumiendo y aceptando desde el estado adulto.

La otra, se siente cuando se es desleal al sistema familiar y se va a salir de un patrón, de un guión de vida, de algo que me tenía atrapado en lo profundo y por supuesto, no lo sabía. Cuando voy a romper con esas lealtades y patrones y desde mi adulto tomo una nueva decisión, se siente ese estado de nerviosismo como si de una traición se tratara.

Pero ahí, hace falta más fuerza, más consciencia y más voluntad de romper eso que me produce culpa para poder seguir adelante con la vida y dejar descansar al sistema familiar. Es la manera de liberarse e ir a otro lugar de mí mismo/a.

¿Has detectado tus culpas? ¿Puedes sentir en ti lo que te produce culpa? ¿Estás dispuesto/a a asumir tu responsabilidad? ¿Estás dispuesto/a a liberarte?

Carol Rodríguez